¡Y yo sin mi agente naranja! 4 (2ª parte)

La trágica noche comenzó justo en el momento en que decidimos separarnos en el mercadillo infernal. Nacho estaba malísimo y yo muy cansada, así que decidimos irnos al hotel. El mercado nocturno estaba repleto de gente. De repente, la tía que va delante de mí se tropieza, metiéndome su pierna entre las mías haciéndome perder el equilibrio. Se monta un tapón donde tengo a ocho personas a mi alrededor echándose encima de mí, y enseguida me huelo algo chungo. Echo la mano a la bolsa de la cámara y mi cámara ya no está. Me pongo a gritarle a Nacho, que va unos diez metros por delante, al tiempo que me tiro sobre la china que tengo delante y le abro el bolso. La de al lado me lo enseña sin que se lo pida. Miro a mi alrededor y la gente me mira y se aparta. ¡Hijos de la gran puta, me han robado la cámara! Se lo digo a Nacho y me dice que si no he visto quién era. ¡¡¡Pero si son todos iguales!!! Me cago en la puta madre que les ha parido a todos iguales y me voy derecha a un policía que primero se descojona en mi cara y después se gira y me da la espalda. Me cago en el muy hijo de la gran puta y repito el ritual con otros tres policías con el mismo resultado. Nacho me dice que me calme, que no les insulte, pero yo me cago en su puta madre una y otra vez. Así que vamos a la comisaría que está al lado de nuestro hotel a ver si nos toman más en serio.

Se mascaba la tragedia

Si me lo cuentan no me lo creo. La comisaría es como un almacén viejo lleno de motos y de mierda. Hay unos cinco policías, descamisados tomando café, y rascándose los cojones (literalmente) mientras miran la tele, que tienen a toda pastilla. Cabreados porque les he interrumpido su «trabajo» me escupen monosílabos a gritos. Entonces también me cago en la puta madre de todos los escritores de guías de Vietnam que afirman que los vietnamitas «nunca alzan la voz porque lo consideran muy agresivo». Como me niego a que no me atiendan, al final alguien llama a una chica que habla algo de inglés y me traduce diciendo que tengo que ir a otra comisaría, que esa no es su «zona». Así que tengo que volver al mercadillo infernal en busca de la puta comisaría de los cojones. Allí, el mismo panorama. Otra panda de hijos de puta rascándose los huevos con más mala leche aún. Nadie habla una palabra de inglés, lo que no les impide mostrar elocuentemente toda la grosería de la que son capaces. Salgo a la calle a buscar a un intérprete y la gente huye. Me cago en la proverbial amabilidad vietnamita tan publicitada en las guías de Vietnam. Al final un chico se apiada de mí y me comunica que ellos también pasan del lío y que vaya a mi hotel por un «traductor». Así que me voy a por Da, el recepcionista, para el que nos íbamos a convertir en su peor pesadilla. Y Da, que tenía muy poquitas ganas de ayudar también, insiste en que vayamos a la comisaría que está al lado del hotel. Le digo que de allí nos han echado a gritos, pero insiste. Así que nos reciben de nuevo a gritos. Vuelta al puto mercado y a la comisaría infernal. Allí nos tienen una hora contando todo para decirnos que tenemos que volver después porque sí, porque a Da tampoco le dieron ninguna explicación. Probablemente es que iba a salir el resultado de la chinoloto y les venía mal. Así que resumiendo, nos hicieron ir unas tres veces más.

Nacho estaba a punto de morir y yo de asesinar a alguien. Al final redactamos la “denuncia”. Da iba traduciendo por escrito en vietnamita lo que yo escribía en inglés. Pero me da que esa traducción era bastante «libre» ya que tanto para él, como para la policía y para todo el mundo de allí al que le conté lo que me había pasado, yo había «perdido» la cámara y no me la habían «robado». Igual que tienen intolerancia a la lactosa, también tienen que tener un gen que les hace confundir «stolen» con «lost». Cabrones. El caso es que yo no quería ni denunciar, sólo quería un puto papel con un sello para que el seguro me pagara la puta cámara, pero no hubo manera. Un tifón nos retendría unos días más en Hanoi y tuve que visitar la comisaría dos y hasta tres veces al día para que me pusieran el sello. Al final me iría sin mi denuncia aunque quedaron en enviármela por correo. Todavía la estoy esperando… hijos de puta. Evidentemente no hay más fotos de este episodio ¬¬.

Capítulo 5

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2 comentarios

    1. No, no fueron capaces de hacerme el puto papel. Ocho años después sigo esperando la carta que me prometieron en la comisaría.

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